Esta historia ocurre en la tierra del sol naciente, los
misterios de un lugar anterior al tiempo donde el hombre todavía no ha llegado
a averiguar todo lo que pasó.
Una vez más recostado entre los enormes pedruscos de aquel bosque
perenne, inmortal, siniestro yacía un héroe de su tiempo, Masaomi. Tras una
dura batalla con la tribu Shikibu, Masaomi había vuelto a matar, pero esta vez
su honor le traicionó, había matado a su rey en esa guerrilla por cargo del
enemigo.
El remordimiento, puro y duro remordimiento recorría por
todas sus venas gangrenándolo todo a su paso ,sus miembros, renqueantes empezaban
a palidecer igual que su rostro. Consumido por esta culpa gritó a los cuatro
vientos aquel asesinato, a sus amigos árboles que le consolaban y que parecían
tener brazos en vez de ramas, a aquella bruma que inundaba todo y le convertía
en invisible, en nadie por un tiempo. Al graznido del ave traviesa que vagaba
inocente ante el desconocimiento de su depredador, a la brisa que parecía
susurrarle y sumergirle en toda aquella naturaleza.
Tras aquel grito la bruma se disipó, y lo que parecía brisa
se confundió con una risa faltona, de repente aquellos árboles, con sus ramas
encadenaron al guerrero. Entonces un vigoroso fuego nació de entre las sombras
del bosque, todo el mundo reconocía a los
Kitsune pero muy
poca gente los había visto, semejante a un zorro se decía que tenía poderes
extraordinarios y la transformación en otros objetos, su pelaje era de un rojo
intenso que dejaría en chispa a la más feroz llama, éste brillaba y cada
rayo de sol parecía ser absorbido por esta deidad. Se dice que cuando un Kitsune alcanza los mil años le crecen
nueve colas.
En ese momento aquel poderoso animal miró directamente a
Masaomi y cerró los ojos, impulsado por una increíble fuerza el guerrero
también los cerró y una visión le absorbió, entonces una voz le dijo:
-Si tan arrepentido estás ve.
Y una risa invadió todo su corazón.
Al abrir los ojos se encontraba en otro lugar, una aroma a azufre
inundaba todo, al contemplar aquel lugar se mostraban humeantes volcanes,
llamas saliendo expulsadas de la tierra, ríos de lágrimas inundaban aquel sitio
que no tenía nada que envidiar y podía resultar el infierno. Avanzando entre
los volcanes, y aquellos ríos cargados de lágrimas entró a lo que parecía un
laberinto, este poseía símbolos que revelaban la concordancia entre la muerte y el
destino y se daba a entender que si aquello se rompía la muerte dejaría de
existir. “La muerte es un castigo que todos merecemos”, se dijo y siguió
adelante. Siguió hasta una profundidad más oscura y se paró de repente, una
llama que arrancó de sus pies iluminó todo aquello y nadie se merecía siquiera
ver todas esas atrocidades. Las almas de las personas se sacaban de los cuerpos
mientras éstos se pudrían de forma instantánea, éstas se sometían a duros
castigos donde los diablos disfrutaban enormemente, las almas eran masacradas y
los individuos menospreciados obligándolos a batirse en duelo por carne o
incluso perder alguno de sus miembros por comida que eran arrancados de forma
violenta por aquellos demonios. Como los demonios no pueden castigar a los
vivos siguió avanzando hasta que observando y preparándose para una próxima
lucha Masaomi reconoció aquella silueta, aquella alma, en efecto su rey yacía
en las llamas igual que la mayoría de la gente. Una vez comprobado Masaomi le
fue a pedir disculpas al rey y poder seguir viviendo sin preocupaciones, éste, alterado le contestó:
-Tranquilo mi castigo no es culpa tuya, sabía que esto iba a
pasar, el ser humano es malo por naturaleza, pero creo que tu orgullo te ha
traicionado. ¿Por qué me pides disculpas solo a mí y no a todas las víctimas de
tu espada?
-Solo tú no merecías morir.
El rey enfadado gritó:
-¡Ah si! Aquí aprenderás que todos somos iguales.
Entonces como antes las ramas, ahora unas increíbles cadenas
con un fuego fatuo e hipnotizador encadenaron al guerrero mientras su alma era
absorbida por aquel mundo de fuego y lágrimas. Su cuerpo su pudrió de arriba
abajo instantáneamente.
Entonces al ver a Masaomi en las llamas de aquel infierno,
aquel semi-dios, aquel zorro Kitsune
sonrió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario